Y decirte tantas cosas,
querida,
pero ante todo que no me asusta
anclar el corazón o dejar la vida
si se trata de una batalla justa.
pero ante todo que no me asusta
anclar el corazón o dejar la vida
si se trata de una batalla justa.
Ahora que a poco o nada
temo
desde que sé que tú me
esperas
y sólo acato al tribunal
supremo
del templo pagano de tus
caderas.
Hasta el último instinto
dejé atado
en aquella madrugada
bilbaína
y a pesar de las prisas
del juzgado
se hizo sumamente dulce mi
ruina,
el día en que amanecer a
tu lado
fue una luna de miel en
Palestina.
Aitor Cuervo
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