Y llené de vicios el equipaje,
tan cargado hasta arriba de pecado...
Lo que fue un alucinógeno viaje
sin necesidad de estar colocado,
sólo embriagado por ese paisaje
que en tus ojos veía reflejado.
Y en aquel lugar me hice un salvaje,
mientras tú te asalvajabas a mi lado
y nos asaltábamos al abordaje
con el cuerpo al placer entregado,
haciendo del sexo un homenaje
y del amor un hecho consumado.
Y en nuestros labios el dulce brebaje
de pasión que habíamos bebido,
bocas que no admitían más lenguaje
que el verbo gemir en “si” sostenido.
Aitor Cuervo Taboada
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