En boca de un poeta:

Canto de amor a Stalingrado

Honor a ti por lo que el aire trae,
lo que se ha de cantar y lo cantado,
honor para tus madres y tus hijos
y tus nietos, Stalingrado.
Honor al combatiente de la bruma,
honor al Comisario y al soldado,
honor al cielo detrás de tu luna,
honor al sol de Stalingrado.


lunes, 20 de diciembre de 2010

Poesía, alcohol, ojos verdes, decomisos y revolución. (Primera parte)

Poesía, alcohol, ojos verdes, decomisos y revolución.

(Versos Demacre Tour Fuenlabrada-Granada)

Primera parte.

Crónica de mis vivencias por el Estado Español centro.

Todo empezó el jueves pasado, a eso de las tres salía mi bus con rumbo a Madrid donde pernoctaría una noche para al día siguiente coger otro bus camino a Granada ya que el viernes tarde daba un recital en tierras nazaríes.

A las cinco de la tarde paramos en Soria, antes de llegar me había liado en el bus el cigarrito de la risa reglamentario, sin saber yo, pobre de mi, que sería el último de esa formidable bellota. Antes de fumármelo voy al servicio, me explotaba la vejiga ya. Justo cuando estoy meando me llama Antonio Díez, me pregunta que dónde estoy, mi respuesta desde la literalidad más estricta es:
“Estoy en Soria, miccionando en los urinarios públicos de la estación.”
Hablamos y quedo con él, pasaría por Fuenlabrada pues habían montado un recital en el último momento en dicha localidad y por otra parte tenía ganas de ver a gente querida como el propio Antonio, Marian y Alfonso que por allí andan habitando. Mi idea seguía siendo pernoctar en la capital.

Subo al bus, a las siete y media llego a Madrid, nada más bajarme del bus me tropiezo con un gran número de efectivos de las fuerzas represivas del poder establecido. Ya en el autobús advertí que me había dejado el cinturón en Logroño y que se me caían los pantalones, así que me dirigí a una de esos pequeños puestos de la estación de la Avenida América a comprarme un cinto de esos de dos por cinco euros y tres la unidad. Me pillo uno, estoy haciéndole un bujero a la prenda tirando de Opinel cuando me doy la vuelta y veo a un par de maderos en la entrada de la tienda, uno a cada lado. Yupi! Me estaban esperando, ya sabía lo que tocaba.

Pago y salgo, haciéndome el longui, un pitufo me da el alto: “¿Me deja su documentación?”. Ciertamente mis pintas de borroka me delatan y a veces me juegan malas pasadas, también es cantoso circular alegremente por Madrid con un palestino, con un gorro que te tapa media cabeza, con las barbas y los pendientes de pirata, con botas y con mi chaqueta que lleva cosido un parche con la gloriosa bandera roja del proletariado, con su hoz, su martillo y su estrella. Le doy el DNI, el otro madero lo coge y se aparta, lo mira con atención, saca la radio para comprobar más a cerca de mi persona. A continuación el azulón que me dio el alto me formula otra pregunta, esta vez me tutea: “¿Tienes antecedentes o te han detenido alguna vez?”. Se me escapa una leve sonrisa, le empiezo a contar mis aventuras de juventud y de no tan juventud, el tipo flipaba un poco, he de reconocer que algunas de mis pleitos con la justicia han sido sumamente graciosos. Cuando termino de narrar mis historias con la ley, me dice que me quite la mochila y empieza a inspeccionar, el bolsillo de abajo, llevo varios libros y propaganda comunista, se queda mirando unas pegatinas y para mi increíble sorpresa empieza a decir que las cosas están muy mal y que algo había que cambiar, que a ellos ya les habían desquitado el cinco, que lo siguiente sería el diez y que las cosas estaban muy chungas, me habló de los altercados del Reino Unido e Italia insistiendo en que las cosas no marchaban bien, yo alucinando me hallaba. Después de ese efímero momento de compartir posturas de clase, vuelve a su faceta de perro guardián del capital, me dice que abra el departamento grande de la mochila, se lo abro y le digo intencionadamente que no remueva mucho que ahí está la ropa a presión y que si saca todo luego me costaría ordenarlo de nuevo y que llevaba prisa ya que tenía que coger primero el metro y luego un cercanías a Fuenlabrada. No mira (menos mal), cambia eso de registrar la mochila por otra pregunta: “¿Llevas alguna sustancia estupefaciente encima? De nuevo se me escapa una sonrisilla, le digo que llevo un par de porrillos y que por favor no me los quite que son para antes de dormir. El sonríe y me dice que se los de, que no me va a poner la denuncia ni nada, pero que se los de. No quedan más cojones y se los doy, con esto me libro del registro y del cacheo. Al entregarle la preciada bellota sonríe aún más y me dice que eso no son dos porillos, y en efecto, no lo eran, era una pedazo china de 15 euros. La guarda, no me toma datos ni nada, me dice que esté tranquilo, que no habrá denuncia y que todo quedaba en eso. Basicamente y en otras palabras que esa noche se iba a fumar mi hachís a mi salud. De la que me libré, menos mal que no me miró bien la mochila ni los bolsillos del pantalón, me jodió eso sí el quedarme sin petas. Se acerca el otro madero, me devuelve el carnet y me dice que tengo varias movidas en el historial, le digo que ya lo sé, me dice que debo decirlo cuando me paren, le respondo de nuevo que ya tenía conocimiento de ello y que le acaba de contar a su compañero mis anécdotas con la justicia. No pasa nada más relevante, se despiden, me dan la mano y se van. Me dirijo al metro rumbo a la Estación Sur para pillar el cercanías a Fuenla.

Desde la Estación del Sur llamo a Marian que queda en ir a buscarme a la estación de Fuenlabrada, llego al poco. Allí estaba esperando, le doy dos besazos, me dice vamos al Badabar que Antonio va directo y tienes que recitar. Me pilla un poco de sopetón, me cuenta y me parece genial, esa noche recitaría en una Jam junto a Antonio Díez, H.G. Bolo y otros poetas madrileños. Vamos al coche, en los aparcamientos hay un coche con dos ocupantes, el piloto es un joven marroquí, me acerco y bualá, consigo petas, que los que de Logroño traje se lo estarían fumando en ese momento los maderos.

Llegamos al bar, al Badabar un garito que me gustó mucho y me resultó muy acogedor, en la entrada había un confesionario con una polla de goma incorporada para que las feligresas se autoconfesaran. El garito contaba con un escenario y con una exposición de cuadros de artistas locales, entre ellos los de Jaime Llorente que presentaría la Jam. Allí me encuentro con Alfonso Teullet que luego actuaría cascándose un solo impresionante de flauta y con el grandérrimo Antonio Diéz. Empieza la presentación, después música en vivo con un genial Alfonso a la flauta acompañado de piano. Luego subimos Antonio y yo, genial, mucha gente en el garito, un público muy entregado. Recitaron también H.G. Bolo, Aurelio y otros poetas de allí oriundos. Es un placer ver como los poetas allí presentes leían versos combativos y proclaman vítores a la República, muy emotivo. Yo me subí al escenario tres veces, aprovechando me encontraba en Madrid no desperdicié la ocasión para proclamar a los cuatro vientos mi amor a Esperanza Aguirre.

El recital siguió un poco más, yo ya llevaba una melopea más que considerable, Marian me había atiborrado a alcohol, yo encantado conste. Después hubo música en directo.

Cuando bajé del escenario, una chica se me acercó y me dijo que le gustaba mucho mi blog, que me había estado leyendo, me presentó a sus amigos que también habían pasado por el blog. Esto me hizo mucha ilusión, más tarde esa chica me pidió alguna poesía de las que había leído firmada, accedí de muy buen grado. Otra chica que por allí estaba y recuerdo se llamaba Lorena y tenía los ojos más bonitos de Fuenlabrada me pidió otra poesía, la de “Volverán las banderas tricolores” que acababa de recitar en el Badabar, de muy buen gusto se la firmé, había otro par de muchachas por allá y les dediqué también una lámina a cada una.

Luego el garito cerró, yo andaba ya en mi tono, con unos rones encima, cantando el Eusko Gudariak y dando un poco la nota, fuimos a otro bar, seguimos bebiendo y fumando y esas cosas que la noche conlleva. La preparé un poco o quizás bastante por allí, no recuerdo muy nítidamente tampoco la historia. Al final todo bien, a eso de las cinco toca irse a descansar un rato. Recuerdo haber comido unos macarrones que me sentaron de puta madre. La cama se movía, yo iba borrachísimo y no dormí una mierda. Y lo de ir a Madrid a dormir, debió olvidárseme.

A las nueve el despertador del móvil, dos horas después me esperaba el bus a Granada. Cogí el cercanías, llegué a la Estación del Sur a las diez y cuarto, el autobús salía una hora y cuarto después, iba todavía borracho de la noche anterior, me había confundido y pensé que salía a las once en punto. Había que hacer tiempo, me comí un pincho de tortilla y un paquetón de gominolas. Era pronto todavía, en los baños me hice un cigarrillo de la risa para fumarme antes de embarcar, muy listo yo que el día anterior me habían decomisado en la otra estación de autocares, aunque yo estaba tranquilo, por pura estadística no podía volver a tener ningún pleito en los próximos días con las fuerzas represivas del poder establecido.

Bajo a los andenes, allí me tiré cual vagabundo en el puto suelo, saqué mi cuaderno y me puse a escribir ripios que por mi maltratada cabeza surcaron la noche anterior en estados deplorables. Empezaba ya a pasarse la bonita embriaguez y a transitar la hija perra resaca. De repente se me acerca un muchacho joven de unos diecinueve años, se queda mirándome y me pregunta si soy Aitor Cuervo. Yo que andaba pajarito perdido me quedo aún más pajarito y reacciono lo suficiente como para decirle que sí. El chaval se llamaba Luis y me dijo que me había leído a raíz de un artículo que saqué denunciado la muerte de un joven trabajador ecuatoriano y de cómo el PP Riojano y su líder habían interferido en las sentencias de los asesinos del trabajador por ser estos amigos personales suyos. Me tiene agregado en una red social y desde ahí lleva meses recibiendo mis movidas. Estuvimos hablando un rato, luego me da un abrazo y me desea buen viaje. Él ha de irse unos andenes más allá a recoger a su novia que venía del pueblo.

Yo flipando me hallaba de nuevo. Cosas de Madrid. Dan las once y media, me subo al bus, puta resaca, solazo en toda la cara y me esperaban cinco horas hasta Granada.

Aitor Cuervo Taboada.

Post scriptum: Perdonen los/as olvidados/as, mañana o en un par de días escribiré la segunda parte de esta aventura situada en tierras andaluzas.

Adjunto unos endecasílabos que prometí a una fuenlabreña.

Son niña esos ojazos tuyos verdes
lo mejor que yo he visto en Fuenlabrada,
te escribiré para que me recuerdes
después que pase esta madrugada.

Decirte que si no juegas no pierdes
pero tampoco vas a ganar nada
y que venciste con tus ojos verdes
antes de estar la partida empezada.

Y unas fotos.



(El gran Bolo recitando)




(Con Alfonso Teullet a la flauta leyendo versos de pornoamor para Esperanza Aguirre)


(Con Antonio Díez después del recital, puño en alto y unas cuantas cervezas ya mediantes)

(Alfonso Teullet con el resto de la banda)



(Con Lorena, una bonita fuenlabreña)

Volveré...

3 comentarios:

  1. Y lo que queda aún socio, un placer haberte conocido y la proletaria juerga que nos pegamos por Granada, pero esa parte como digo en esta primera la cuento mañana :)

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  2. que grande! eso es un finde bien completo, los mios ya empiezan a ser escasos jejeje

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