A mis niñas ya mayores
Sonia y Judith, niñas ya mayores
comadres, compañeras de fatigas,
perfumes despeinados de las flores
que cubren el olor de mis ortigas.
Yo poetastro borracho y gris
a menudo cuando el ciego abunda,
no me lo pienso y con gran reprís
me planto en el veintitrés de Superunda.
El ánimo lúdico-festivo
vuestra conjunta emancipación,
hicieron un cóctel explosivo
con las incursiones de este bufón,
desfasando sin acuse ni recibo,
sin más ley, que la ley del botellón.
Aitor Cuervo Taboada.
Nunca olvidaré el Invierno ni la Primavera del 2007, ni el número 23 de la calle Superunda, Sonia y Judith, mis niñas ya mayores, se fueron a vivir juntas, el experimento solo duró unos meses, pero unos meses formidables, de juergas que nunca acababan, y cuando ya parecía que acababan, empezaba otro jolgorio, más grande que el anterior, y yo fui testigo y cómplice a la vez de todo aquello.
La de noches, que se convirtieron en mañanas y luego en tardes, donde la formalidad brillaba por su ausencia y donde nunca faltaba el alcohol ni …. otras cosas.
Ya apenas veo a mis niñas ya mayores, pero ni ellas, ni yo, ni otros parroquianos habituales de aquella casa, olvidaremos el número 23 de Superunda, ni lo que allí aconteció.
Salud y Poesía, y de vez en cuando juerga.
Sonia y Judith, niñas ya mayores
comadres, compañeras de fatigas,
perfumes despeinados de las flores
que cubren el olor de mis ortigas.
Yo poetastro borracho y gris
a menudo cuando el ciego abunda,
no me lo pienso y con gran reprís
me planto en el veintitrés de Superunda.
El ánimo lúdico-festivo
vuestra conjunta emancipación,
hicieron un cóctel explosivo
con las incursiones de este bufón,
desfasando sin acuse ni recibo,
sin más ley, que la ley del botellón.
Aitor Cuervo Taboada.
Nunca olvidaré el Invierno ni la Primavera del 2007, ni el número 23 de la calle Superunda, Sonia y Judith, mis niñas ya mayores, se fueron a vivir juntas, el experimento solo duró unos meses, pero unos meses formidables, de juergas que nunca acababan, y cuando ya parecía que acababan, empezaba otro jolgorio, más grande que el anterior, y yo fui testigo y cómplice a la vez de todo aquello.
La de noches, que se convirtieron en mañanas y luego en tardes, donde la formalidad brillaba por su ausencia y donde nunca faltaba el alcohol ni …. otras cosas.
Ya apenas veo a mis niñas ya mayores, pero ni ellas, ni yo, ni otros parroquianos habituales de aquella casa, olvidaremos el número 23 de Superunda, ni lo que allí aconteció.
Salud y Poesía, y de vez en cuando juerga.
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