Mientras Nietzsche asesinaba a Dios
Ahí estabas tú, paseando por el Orzán,
anclando cada uno de tus sentidos
a esa ciudad con olor a lluvia y mar
que siempre cobija a los fugitivos.
Porque supiste elegir bien tu lugar,
al caminar supiste hacer camino,
viendo paso a paso que la libertad
no era un sueño de soñar clandestino.
Al compás de las olas, la arena muda
te susurraba el cantar de Neruda
y un lamento por Sacco y Vanzetti.
Miro el reloj, son las cuatro, no estás aquí
y todo lo daría por tenerte junto a mí
te gritaba un verso de Benedetti.
Pero Bukowski te sacaba una sonrisa,
Lorca te distanciaba de la prisa
y Baudelaire te emborrachaba de virtud.
Mientras Nietzsche asesinaba a Dios,
Marx nos convocaba a la insurrección
y yo en la oscuridad encontraba tu luz.
Aitor Cuervo, 25 de Diciembre de 2013, Beronia.
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